-¿Cómo salí de tu panza mami? -pregunta un poco preocupada Alena mientras observa a una mujer embarazada que va sentada en el asiento de enfrente del autobús donde viajan.
-Pues, cuando naciste estabas más chiquita, has ido creciendo. ¡No creas que estabas así de grande como ahora! -le dice Yesil a su hija al tiempo que extiende sus brazos al tamaño de Alena.
-¡Ah! -dice aliviada Alena -Cuéntame de cuando era chiquita en tu panza…
Yesil toma entre sus brazos a su hija, y le explica amorosamente… -Pues verás, yo tenía una gran panza, más grande que la que tiene la señora, y tú estabas adentro de mí. Te movías mucho y dabas muchas pataditas, ya querías salir. De repente empezé a sentir un dolor muy fuerte y le avise a tu papito…
-¿De qué color nací? -interrumpe Alena que no quiere escuchar a su mamá cuando se pone dramática.
-Pues eras rosita, con unos ojos muy grandotes y una boca bien trompuda.
-Con manchas moradas -aclara Alena.
Yesil traga saliva y le explica a su pequeñita. -No, corazón, cuando naciste no tenías esos moretones. Esos te salieron apenas hace un par de años. Alena se distrae rápidamente pues la señora que viaja frente a ellas se para de su asiento y se dirige trabajosamente a la bajada del camión.
-Yo también voy a tener un bebé de mi panza -le indica Alena a su madre mientras se toca su voluptuoso vientre.
Yesil le da un besito en su regordete cachetito y continúa…..
-No Alena, tú todavía no puedes ser mamá porque eres muy pequeñita. Tu pancita esta grande porque tu cuerpo está inflamado por dentro.
-¿Por la fermedad que tengo? -pregunta Alena.
-Sí, por la ENfermedad que tienes -contesta Yesil haciendo hincapié en la corrección de la palabra mal utilizada.
Alena cambia el giro de la conversación y le pide a su madre que le cuente un cuento de bebés. Lo piensa un poco mejor y grita animosamente -¡Mejor de changos! Yesil se queda callada unos segundos y empieza a contar…
- Había una vez en Borneo una selva muy, muy lejana… Alena interrumpe como de costumbre y grita:
-¡No, de changos de aquí!
-Había una vez en Borneo una selva muy, muy cercana… -continúa Yesil -donde vivía un chango barrigón que vivía en un árbol…
Alena, como de costumbre, toma nuevamente la palabra -…..y se llamaba Chungo.
Yesil sigue su relato: -Chungo era un chango de nariz roja y una gran panza. Le gustaba mucho pasear pero le costaba trabajo moverse. Todos los amigos de Chungo eran iguales, pero él siempre quería ir a visitar un árbol que se veía desde «su» árbol: más álto y más frondoso, y pensaba que con esa gran panza quizá no podría alcanzarlo jamás, así que se lo platicó a Mango, uno de sus mejores amigos. Mango le dijo que había escuchado que había una palmera de hojas pinchosas que, al tocarla, les ayudaría a quitar la panza y que él estaba dispuesto a ir con él a tocarla para acompañarlo a alcanzar su árbol frondoso. Al día siguiente, aunque estaban algo asustados, Chungo y Mango fueron a buscar la palmera de hojas pinchosas. Cuando la encontraron, la tocaron con mucho cuidado pero aún así sintieron un intenso dolor en sus manos. En ese momento sus panzitas se empezaron a hacer muy pequeñitas y los dos changuitos olvidaron el dolor. Ahora eran ligeros y podrían moverse ágilmente. Chungo y Mango empezaron a brincar entre los árboles muy felices hasta que lograron llegar al gran árbol frondoso que tanto anhelaban.
- Mami, yo también nací en Borneo. Hasta me acuerdo cuando nací ahí -recuerda Alena. Yesil suelta una gran carcajada y le contesta:
-¿Ah, sí? ¿hasta te acuerdas cuando naciste ahí? ¡Vaya, qué buena memoria!