Durante más de 200 años las vacunas han modificado las expectativas de la salud humana al prevenir enfermedades, discapacidad y muerte; con ellas se evita la necesidad de atención médica, así como el dolor, sufrimiento y gastos. Sin duda, las vacunas son una herramienta de la salud pública que proporciona con equidad la oportunidad de no enfermar; son, además, el primer contacto del Estado con los individuos, al proporcionarles las primeras dosis incluso antes de salir del hospital donde se nace.
En esta pandemia, el sueño de contar rápido con vacunas contra el SARS-CoV-2 se ha cumplido. En menos de un año, ante la emergencia, se han desarrollado, producido, distribuido y aplicado decenas de millones de dosis en más de 50 países. Este es un éxito de la ciencia y la cooperación internacional, y por ello debe subrayarse la importancia de la investigación y el desarrollo tecnológico para todas las naciones. Hoy comienza ya a verse el impacto en la disminución del número de casos, gracias a la vacunación en aquellos países que han avanzado más con su estrategia de aplicación.
Hoy, hay más de 200 proyectos de una amplia diversidad de vacunas y ya contamos con cuatro productos de calidad, con muy alta eficacia y seguridad, desplegadas globalmente para su uso.
Sorprende la desproporcionada atención en noticias y comentarios en redes sociales que se enfocan en destacar los efectos colaterales y los eventos adversos, aun cuando éstos son muy poco frecuentes y, cuando ocurren, son de muy baja gravedad; se cuestiona que los gobiernos anticipen compras y firmen convenios aunque los biológicos no hayan completado su proceso; con el mismo ímpetu se critica cuando no se han logrado concretar las negociaciones, y en niveles estridentes se acusa de negligencia ante la selección de algún biológico, como si la situación permitiera escoger los productos de catálogos.
La ignorancia sobre el tema biomédico y la epidemia es notable, y la desinformación se propaga a mayor velocidad que el virus.
Es muy importante resaltar que la fabricación de vacunas es un área muy regulada, compulsivamente vigilada y supervisada para garantizar la eficacia, seguridad y calidad de cada producto. Las actuales vacunas no surgieron de la nada; todas las plataformas de producción, incluyendo las de RNA-mensajero, tienen años de desarrollo y se adaptaron a la realidad del coronavirus.
El proceso de evaluación de los biológicos en nuestro país es estricto y no depende de influencias políticas; su aprobación tiene que ver con una comisión de expertos independientes a la Cofepris, que evalúan toda la documentación y deciden sobre la autorización de estas vacunas.
Así es como se han autorizado ya las vacunas de Pfizer y Astra-Zeneca, y más recientemente la vacuna Gam-covid-vac o Sputnik V. La decisión considera los reportes del análisis intermedio de los estudios clínicos fase 3 que muestren eficacia para prevenir la Covid-19 grave.
En el año dos de la pandemia tenemos la perspectiva de mitigar e interrumpir la transmisión y contagios de la Covid-19, basados en la vacunación. Simultáneamente, es apremiante reforzar nuestras medidas preventivas de higiene, distancia, aislamiento y cubrebocas a lo largo de la campaña de vacunación.
En la UNAM estamos atentos a las inquietudes sobre el tema y convocamos a la población a vacunarse conforme a las disposiciones de las autoridades sanitarias oficiales. No obstante, anticipamos que el camino no estará exento de contratiempos y dificultades.
El sueño de contar rápido con inmunizaciones contra el SARS-CoV-2 se ha cumplido.
Samuel Ponce de Léon, coordinador de la Comisión UNAM