Cuando surgió la Covid-19, asociada al virus SARS-CoV-2, no había un nombre oficial y los medios de comunicación informaban de este fenómeno con descripciones asociadas al lugar de origen de la actual pandemia: “el virus de China”, “el virus de Wuhan” y algunas otras fórmulas despectivas y estigmatizantes.
En este texto, Dave Wessner, experto en enfermedades infecciosas, recuerda que un fenómeno similar sucedió con el VIH y la enfermedad asociada a este virus, el SIDA. En el caso del VIH, no fue sino hasta 1982 que los Centers for Disease Control and Prevention en EUA utilizaron por primera vez el nombre actual de la enfermedad, y casi cuatro años más tarde, el Comité Internacional de Taxonomía de Virus (ICTV), encargado de la designación y denominación de taxones de virus (es decir, especie, género, familia, etcétera), propuso el nombre oficial para el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH).
Wessner señala que tanto el ICTV como la propia OMS, recomiendan nombrar a las enfermedades infecciosas con términos descriptivos genéricos que incluyan el nombre del patógeno, y nunca asociarlos a nombres de personas, ocupaciones, ubicaciones geográficas o referencias culturales. Así se desecha la posibilidad de efectos negativos en las naciones, las economías y por supuesto, en las personas.
La forma en que nos comunicamos sobre la Covid-19 es crucial para emprender acciones eficaces que ayuden a combatir la enfermedad y que eviten las etiquetas, los estereotipos, el miedo y la discriminación.
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