El cerebro es el resultado de muchos miles de años de evolución de nuestra especie. Es uno de los fenómenos naturales más complejos de los que somos conocedores, y la esencia de lo que nos hace humanos. Aunque no es extraño al paraguas del conocimiento científico, todos los días se plantean nuevas incógnitas sobre su funcionamiento.

Su apariencia es también muy llamativa. En la parte visible al exterior, está compuesto por un grupo de circunvoluciones (protuberancias con formas y ubicaciones similares para casi todas las personas) y surcos (cisuras o brechas que se ubican entre los giros), que sirven para una correcta ubicación de secciones anatómicas.

La adopción de su particular forma ocurre a lo largo del proceso de gestación, y se vincula al modo en que los genes actúan sobre nuestro desarrollo prenatal. La alteraciones genéticas, o la exposición materna a ciertos patógenos y tóxicos, pueden comprometer tan delicadísimo equilibrio biológico.

En este artículo se abordará en particular una de estas circunstancias clínicas, la paquigiria, que implica una situación de gran severidad y riesgo para la continuidad de la vida. Aquí se abordarán sus características más esenciales, sus causas y sus síntomas frecuentes.

¿Qué es la paquigiria?

La paquigiria es una malformación congénita y de gravedad, que afecta a la organización de las neuronas y la estructura del cerebro. Se caracteriza por la presencia de giros cerebrales escasamente pronunciados, así como por el adelgazamiento de la corteza, lo que altera la estructura global del órgano (escasas elevaciones aparentes en su superficie, siendo las circunvoluciones más gruesas y amplias que las que se observan en el promedio poblacional). Esta neuropatología, que tiene múltiples consecuencias para quien la sufre, se incluiría en la categoría nosológica de las disgenesias corticales.

Concretamente, la paquigiria pertenece a la familia de las lisencefalias, entre la agiria (total ausencia de circunvoluciones) y la heterotopia en banda subcortical (presencia de una «capa» de sustancia gris en la zona ubicada entre las paredes de los ventrículos laterales y la propia corteza), según la clasificación de Dobyns. Tal afectación estructural suele ser de predominio posterior, aunque ocasionalmente se dispersa también hacia la parte delantera del encéfalo y compromete un abanico extenso de funciones cognitivas.

De hecho, se trata de una condición severa de salud, con índices de mortalidad muy altos en los primeros años (afecta a 1/90.000 personas en sus formas graves, pese a que no se tiene información al respecto en las leves). También se asocia a la presencia de síntomas físicos y mentales de enorme trascendencia, los cuales comprometen la autonomía diaria y/o suponen un peligro real para la supervivencia. Los más notables son la hipotonía muscular, la ataxia o las convulsiones epileptiformes (resistentes al tratamiento médico y de inicio muy temprano), así como la discapacidad intelectual severa y el retraso general del desarrollo.

El diagnóstico suele llevarse a cabo mediante dos estrategias muy distintas, aunque también complementarias: la exploración clínica de los signos/síntomas y la utilización de técnicas de neuroimagen estructural como las resonancias magnéticas.

Este último procedimiento es muy útil, puesto que permite obtener imágenes con todo lujo de detalles sobre los surcos/cisuras y las circunvoluciones, lo cual facilita muchísimo la certificación clínica de esta patología (sobre todo si se tiene en consideración que muchos de sus síntomas pueden confundirse con otras problemáticas más comunes). La ausencia de dismorfias (alteraciones faciales propias de las anomalías cromosómicas) podría obstaculizar su detección temprana.

¿Cuáles son los síntomas de la paquigiria?

La paquigiria tiene tres síntomas elementales: las crisis convulsivas, la perturbación grave en el desarrollo y la discapacidad intelectual. Esta tríada puede detectarse fácilmente a partir del cuarto/quinto mes de vida, y suele ameritar la consulta con el médico pediatra. Pese a que el pronóstico general es oscuro (puesto que se trata de síntomas resistentes a la intervención farmacológica o directamente intratables), una atención temprana puede minimizar o evitar la aparición de complicaciones más graves (tales como procesos infecciosos, que son comunes en estos pacientes).

1. Convulsiones epilépticas

La paquigiria es una de las enfermedades que cursan con crisis epileptiformes infantiles, que pueden suponer un riesgo grave para la vida. Su instauración es precoz, pues un porcentaje elevado de sujetos las experimenta dentro de la horquilla temporal que media entre el cuarto y el séptimo mes tras el nacimiento (de forma excepcional después de los 18 meses). Suele consistir en convulsiones de irrupción abrupta, tanto en flexión (torsión abdominal en la que el cuerpo adopta una postura similar a la de una «navaja cerrada») como en extensión (brazos y piernas estiradas en forma de «cruz»). Hasta la expansión de las tecnologías de neuroimagen funcional, estas epilepsias eran consideradas criptogénicas (de origen desconocido).

2. Retraso del desarrollo

El retraso en el desarrollo motriz, así como en el uso del lenguaje, es un rasgo común en las personas con diagnóstico de paquigiria. Suele ser muy frecuente que no se llegue a adquirir el catálogo verbal básico para construir actos comunicativos plenamente, o que se evidencie laxitud en los brazos y las piernas.

Muchos de estos infantes no logran mantener la posición erguida, en bipedestación, sin el apoyo/ayuda de terceros. Un porcentaje importante también muestra un signo que predecirá los problemas que se citan: la microcefalia, o lo que es igual, una reducción en el crecimiento esperado del perímetro craneal.

3. Discapacidad intelectual

Las personas con paquigiria tienen una severa discapacidad intelectual, viéndose alteradas la práctica totalidad de las funciones cognitivas y la potencialidad de desarrollar una autonomía personal plena.

Tal dificultad respondería a la migración anormal de las neuronas (lo que se detallará en adelante) y se hace más evidente cuando el niño/niña debe lidiar con todas las exigencias escolares o de otros contextos que requieran habilidades sociales y/o motoras. La identificación de tal situación es clave, porque de ello dependerá que se pueda desplegar un programa adecuado de adaptación curricular y de pedagogía terapéutica.

¿Cuáles son las causas de la paquigiria?

La paquigiria tiene como causa una migración anormal de las neuronas durante la gestación. Este proceso se extiende entre la séptima y la vigésima semana, y es fundamental para que el sistema adquiera una correcta funcionalidad a partir del nacimiento.

Se trata de un «periplo» peculiar que las células nerviosas emprenden para reubicarse de manera que se posibilite la cognición característica del ser humano, y que precisa su deambulación desde los ventrículos hasta la corteza cerebral externa (recorriendo distancias descomunales en proporción a su tamaño). Tal fenómeno no sucede de un modo continuo, sino que se presenta como «rachas» intermitentes.

Si bien el propósito general es llegar a formar seis capas diferenciadas de tejido, preparadas para hospedar la insondable complejidad de la mente, en este caso solo llegarían a formarse cuatro (y además sujetas a muchos problemas estructurales). Esta disposición laminar motiva la agenesia de las circunvoluciones y/o de los surcos, siendo un resultado de la organización deficitaria del cerebro. La observación de esta anormalidad, gracias a los microscopios óptico o electrónico, evidencia una anatomopatología que procedemos a señalar (para cada una de sus cuatro capas).

La primera capa (molecular o plexiforme), que es la más externa de nuestra corteza cerebral, no mostraría aberraciones de ningún tipo. Las neuronas de esta región tendrían una forma y una ubicación idéntica a las de un cerebro sin problemas. No obstante, en la segunda brotan ya algunas diferencias importantes: el número de células es netamente inferior y se muestran desorganizadas, conviviendo con neuronas de las capas II, V y VI del encéfalo normal. Esta alteración cuantitativa/cualitativa impacta en la apariencia general del órgano (pues conforma la verdadera corteza del mismo).

La tercera capa también es muy diferente a la del córtex de seis láminas. Aquí las neuronas están poco organizadas y se distribuyen como amplias columnas, dando lugar a un tejido de escasa densidad o grosor. Se aprecia también algún indicio de necrosis laminar, responsable de entorpecer una migración apropiada de las células. Para acabar, la cuarta capa tendría un aspecto también delgado, pero construido con sustancia blanca invadida por una miríada de neuronas heterotópicas (ubicadas en espacios distintos a los que deberían ocupar).

Además de las deficiencias en la migración de las neuronas, que es la base etiológica común a todas las lisencefalias, se conocen múltiples factores de riesgo ambientales y genéticos. En las próximas líneas procedemos a describirlos en detalle.

1. Exposición a sustancias y/o infecciones víricas

La paquigiria suele aparecer habitualmente en el cuarto mes de la gestación, tras la etapa de migración neural. Aunque es un problema que tiende a presentarse esporádicamente (quizá influido por factores genéticos), se conoce que la exposición a ciertos químicos tiene estrecha relación con la probabilidad de padecerlo.

Los más comunes son el etanol (alcohol etílico), el metilmercurio (que resulta de la actividad de la industria que emplea el acetaldehído; como la del papel, los plásticos, las pinturas, el caucho o el cuero) y el ácido retinoico (un metabolito de la vitamina A); pero también la exposición a la radiación podría tener un papel clave.

Las infecciones con citomegalovirus (a lo largo del embarazo) se han relacionado tanto con la paquigiria como con otras alteraciones graves de la migración neuronal. Cuando un individuo entra en contacto con este patógeno concreto suele retenerlo de por vida, pero los episodios agudos durante la gestación pueden ser muy peligrosos. El problema es que tiende a no ser demasiado invasivo (asintomático) en quienes están sanos, por lo que es recomendable que se lleven a cabo pruebas diagnósticas en caso de que se crea haber estado en contacto con una persona infectada en fase aguda.

2. Alteraciones genéticas

Se han descrito una sucesión de alteraciones en el genoma que se relacionan con un riesgo acentuado de paquigiria. La más común es la que implica a los cromosomas 17 y X, que son las más frecuentemente detectadas cuando se filia una causa a este nivel (lo que no siempre es posible). En otros casos se ha hallado una mutación en el gen de la reelina (esencial para la migración neural) en el cromosoma 7.

Para acabar, también se sabe que la ausencia del gen LIS1 daña severamente a la estructura de las neuronas y a su disposición cortical, por lo que se ha postulado como sospechoso en la etiopatogenia de la paquigiria.


Joaquín Mateu-Mollá

Fuente: https://psicologiaymente.com/neurociencias/paquigiria