El síndrome de progeria de envejecimiento acelerado Hutchinson-Gilford es una enfermedad rara que aparece en la infancia, acelera el envejecimiento y causa la muerte prematura. Ahora, dos estudios desarrollados en ratones y basados en la edición genética han logrado elevar la esperanza de vida en estos animales.
Los dos ensayos, cuyos resultados se publican en Nature Medicine, han sido liderados por los catedráticos de Bioquímica españoles Carlos López Otín y Juan Carlos Izpisúa, y son trabajos independientes pero muy similares en el diseño y los resultados.
Uno de los investigadores del equipo de López-Otín es Sammy Basso, probablemente el paciente con progeria más longevo del mundo (nació en 1995), quien después de conocer al investigador español decidió estudiar Biología Molecular para investigar sobre su enfermedad.
Basso se graduó por la Universidad de Padua y, en 2017, como parte de su trabajo de fin de carrera, se trasladó al laboratorio de López-Otín, donde se unió al proyecto y ayudó en los experimentos.
Solo hay 119 pacientes diagnosticados
La progeria de Hutchinson-Gilford es una enfermedad muy rara de la que tan solo hay 119 pacientes oficialmente diagnosticados en todo el mundo, aunque se estima que hay más sin diagnosticar. El origen de esta enfermedad es una mutación en el gen LMNA, que provoca la acumulación de una proteína tóxica en el núcleo de las células, lo que produce un deterioro gradual en el organismo.
La esperanza de vida de los pacientes con progeria se sitúa en torno a los 14 años, y aunque se han desarrollado algunas terapias con resultados positivos, a día de hoy sigue sin haber ningún tratamiento eficaz contra esta enfermedad genética.
Con ligeras diferencias, los tratamientos propuestos por López-Otín e Izpisúa-Belmonte pueden ser los primeros con «efectos permanentes», ya que ambos utilizan el sistema CRISPR/Cas9, un sistema de edición genética que actúa directamente sobre el gen mutado haciendo que deje de producir la proteína tóxica de por vida.
El equipo dirigido por López-Otín, en la Universidad de Oviedo, realizó el ensayo en un modelo murino, una cepa de ratones que sirve para estudiar una determinada enfermedad. «En este caso, se trata de una cepa de ratones modificados genéticamente, generados en nuestro laboratorio, que tienen la mutación causante de la progeria y que presentan los síntomas de la enfermedad», explica a Olaya Santiago-Fernández, investigadora de la Universidad de Oviedo y coautora del estudio.
Aumento de la esperanza de vida en ratones
Mediante el sistema CRISPR/Cas 9, lograron alterar el gen LMNA para evitar que se produzca la proteína tóxica que causa la enfermedad. A continuación, inyectaron el sistema en ratones con progeria, observaron los efectos que producía sobre sus síntomas y constataron un aumento de la esperanza de vida en los ratones del 26,4%.
«No podemos hablar de curación porque para ello sería necesario corregir todas las células de los ratones o al menos eliminar todos los síntomas de la enfermedad, pero sí de efectos permanentes porque únicamente es necesario administrar el tratamiento una vez para que parte de las células dejen de producir la proteína tóxica de por vida», detalla la investigadora.
Además, debido al carácter multiorgánico de la progeria, el estudio también demuestra por primera vez la capacidad del sistema CRISPR/Cas9 para afrontar enfermedades sistémicas (las que afectan a todo el organismo).
Por su parte, el ensayo realizado por Izpisúa-Belmonte en La Joya, California, obtuvo los mismos resultados que el de la Universidad de Oviedo, aunque los ratones ya tenían parte del sistema CRISPR/Cas9 introducido en sus células.
Además, debido al carácter multiorgánico de la progeria, el estudio también demuestra por primera vez la capacidad del sistema CRISPR/Cas9 para afrontar enfermedades sistémicas (las que afectan a todo el organismo).
EFE
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Fuente: http://bit.ly/2MP1zRE