Marieke Vervoort, de 37 años, tiene la mitad de su cuerpo paralizado, una visión reducida al 20% y unos dolores insoportables que le impiden dormir plácidamente en las noches. También tiene un perro llamado Zen, tres medallas olímpicas que ganó en los Juegos de Londres 2012 (una de oro y dos de plata), y un papel ya firmado que le autoriza a un médico ponerle una inyección para acabar con su vida en cualquier momento.
De joven soñaba con ser profesora y dictar clases en un jardín pero tuvo que abandonar sus estudios tras un dolor en un pie, que luego se extendió a la rodilla y terminó por dejarla en una silla de rueda a los 20 años. Marieke tiene una enfermedad degenerativa incurable que la obliga a vivir con morfina y demás medicamentos, y con la zozobra del dolor intenso, que puede aparecer en cualquier momento.
El avance de la dolencia le ha obligado a ir abandonado poco a poco los diferentes deportes que solía practicar como el baloncesto, el golf, la esgrima, el surf o la triatlón. Ahora decidió que su última competición será este año; cuando finalicen los Juegos Paralímpicos de Río, que se celebrarán entre el 7 y el 18 de septiembre, se someterá a la eutanasia.
“Río es mi último deseo, espero acabar mi carrera con un podio. Comienzo a pensar en la eutanasia. Pero, a pesar de mi enfermedad, he vivido lo que otros solo pueden soñar”, expresó en una entrevista a Le Parisien.
Esa seguridad de poder decidir sobre su futuro ha sido un tranquilizante para continuar viviendo sin la necesidad de optar por el suicidio. En su país natal, Bélgica, la eutanasia es permitida incluso para menores de edad, cualquier paciente, sin importar la edad, puede decidir cuándo terminar con su vida de manera digna. Sin embargo, el proceso no es sencillo, Marieke tuvo que demostrarle a un médico de que su decisión no era consecuencia de un estado anímico en particular, sino que sus dolores eran tan intensos, sin ninguna posibilidad de mejorar, que no podía seguir aguantándolos más.
Tras más de una década compitiendo ahora prefiere disfrutar con mayor intensidad de las pequeñas cosas de la vida como reunirse con sus amigas a conversar y pasar tiempo en el jardín de su casa. Sus familiares ya saben que quiere ser cremada y que sus cenizas deben volar libres en la isla de Lanzarote, donde la lava se une con el mar, y ella se siente más tranquila. También saben que quiere una despedida alegre, con champaña y música, recordando los triunfos y la historia que ya dejó marcada en la historia.
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