Al volver a casa después de dejar a sus hijos en el colegio, Maricarmen se encontró revuelta, se sentía mareada, como desmadejada, sin ganas de nada. Se echó un rato a descansar y vio que la cosa no iba a mejor. En ese momento, decidió, casi por inercia, llamar a su madre, quien fue la que dio la voz de alarma. Maricarmen no se podía expresar bien, sólo hablaba en monosílabos y con mucha dificultad. Esa llamada le salvó la vida.
A los pocos minutos, su hermana Olga fue a casa de Maricarmen para ver qué le pasaba. Al abrir la puerta, se la encontró atontada, «sin poder hablar, sólo hacía gestos y no contestaba a mis preguntas. Vi que estaba perdiendo la memoria y me asusté. No perdí ni un segundo y llamé al 112. La ambulancia la llevó al Hospital Virgen del Rocío, de Sevilla, donde rápidamente se activó un maravilloso equipo de profesionales que trataron el ictus de mi hermana«, relata Olga a EL MUNDO con su voz cargada de emoción.
Los médicos vieron que tenía un coágulo que era el responsable del infarto cerebral y empezaron con el tratamiento para deshacerlo, lo que se denomina en el argot médico fibrinólisis. Ésta no funcionó y optaron por abrir la arteria obstruida con un stent, que tras cinco intentos tampoco resolvió el problema. A las 72 horas el coágulo, milagrosamente, desapareció y el equipo de Francisco Moniche le ofreció un tratamiento innovador: usar sus propias células de la médula ósea para acelerar la recuperación de la zona del cerebro que ha sido dañada por el ictus.
Primeros resultados
«Este tratamiento aún se está estudiando y no se puede utilizar en todos los pacientes. Está en lo que denominamos estudio fase II, en el que se analiza y valora la seguridad del tratamiento, que ya ha sido demostrada, y faltan otras fases para que se pueda hacer en todos los enfermos con ictus isquémicos discapacitantes», asegura el neurólogo Francisco Moniche, del Servicio de Neurología Hospital Universitario Virgen del Rocío, quien también trabaja en el Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBiS), que añade que los pacientes que más se van a beneficiar son los que más secuelas tienen.
El procedimiento consiste en utilizar células madre de la médula ósea del paciente, que se extraen de la cadera, procesarlas en el laboratorio y luego ponerlas en la zona cerebral dañada y anulada por el infarto.
La extracción de células la hacen los hematólogos, que son los encargados de procesarlas en el laboratorio. En unas dos o tres horas eliminan, utilizando una serie de filtros, las células que no interesan para el trasplante y se quedan sólo con las que luego se vuelven a poner. «No duele, se hace con anestesia local y, además, se suele hacer en el lado del cuerpo afectado por la parálisis del ictus, que tiene menos sensibilidad», apunta el neurólogo.
Una vez que se tienen las células procesadas y tratadas, se inyectan dentro de la arteria que llega al cerebro para que puedan alcanzar la zona dañada.
En un infarto cerebral existe una zona dañada que ya no se recupera. «El objetivo del tratamiento es ayudar al tejido que está alrededor de la zona infartada que sí puede volver a hacer sus funciones, ya que son zonas que asumen las tareas de la dañada, para que el cerebro pueda seguir funcionando. Es un mecanismo cerebral innato que intentamos potenciar implantando células madre de la médula ósea».
Discapacidad/Dependencia
Las cifras sobre la enfermedad no son nada alentadoras. Según datos del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (GEECV-SEN), el ictus es la primera causa de mortalidad entre las mujeres españolas y la segunda en los varones. A consecuencia del ictus mueren cada año unos 40.000 españoles. Pero la mortalidad no es el único caballo de batalla de esta enfermedad, ya que la invalidez que provoca es muy elevada.
Para intentar paliar esa discapacidad permanente que aparece tras un ictus, Francisco Moniche lleva años trabajando con el autotrasplante de células madre de médula ósea. El proyecto ahora se encuentra en fase II y cuenta con la financiación de las Ayudas a la Investigación en Salud de la Fundación Mutua Madrileña. El neurólogo se muestra esperanzado, pero con los pies en el suelo.
Por ahora, sólo se puede aplicar este tratamiento en pacientes con ictus isquémico agudo incapacitante y no puede pasar más de una semana desde el ictus para hacer el autotrasplante. Para el tratamiento con células madre el tiempo también es oro en el ictus. El proceso de reparación del cerebro en los primeros días es más receptivo. Por eso, se tiene que hacer pronto, cuanto antes mejor, así se intenta recuperar la mayor cantidad de tejido cerebral posible.
Pacientes graves
Para poder beneficiarse del tratamiento con células madre, los pacientes tienen que tener un déficit neurológico grave, es decir, deben tener problemas para mover una parte del cuerpo, para hablar y para recuperar las funciones perdidas. Normalmente, en esta situación se les aboca a estar en una silla de ruedas el resto de su vida. No tienen autonomía, no pueden comer solos, no pueden lavarse, ni vestirse, ni caminar… se vuelven totalmente dependientes, con todo lo que implica desde el punto de vista sanitario y social.
De esto se ha salvado Maricarmen, quien lleva ya una vida casi normal, aunque ahora está volviendo a aprender a hablar. Por eso, va al logopeda. Olga cuenta que va progresando poco a poco, pero aún no se entiende bien lo que dice. Le están enseñando a hablar, es como una niña pequeña que empieza a pronunciar sus primeras palabras. «Comunicarnos, sí que nos comunicamos con ella, los gestos son de gran ayuda».
Otra gran ayuda para contestar a las preguntas de EL MUNDO ha sido el correo electrónico. De esta forma, Maricarmen puede comentar cómo ha vivido su enfermedad. «Ha sido un cambio brusco en mi vida, como de la noche a la mañana. Una pesadilla de la que no despierto, aunque es real, existe y, por suerte, estoy aquí».
Uno de los momentos más difíciles que ha vivido ha sido al salir del hospital y enfrentarse a la realidad. «Tengo que seguir y adaptarme a la rutina de una madre con dos pequeños, que con siete y ocho años se han adaptado muy bien a mi nueva situación y la ven de una manera muy normal. Todos los días me enseñan algo».
Su marido y su familia han sido claves en todo el proceso de recuperación, ya que no se han despegado de ella en ningún momento. «Mi marido es el consuelo que nunca me falla y mi familia ha sido mi tabla de salvación, mi fuerza y mi gran apoyo. Si estoy aquí, es gracias a la mano de Dios, a los médicos que me han atendido y a mi familia», asegura Maricarmen.
Resultados preliminares
Por el momento, el equipo de Francisco Moniche ya ha tratado en Sevilla a 29 pacientes, donde se ha podido demostrar que el autotrasplante de células de médula ósea es seguro, ya que las células son del paciente y no hay rechazo. «Ahora estamos valorando la eficacia clínica. Hay bastantes datos para la esperanza, pero falta demostrarlo en un grupo amplio de pacientes».
También hay que despejar algunas incógnitas, como saber cuál es la cantidad de células madre de médula ósea que se deben trasplantar. Parece ser que a mayor cantidad de células madres, mayor es la recuperación. De todas formas, Francisco Moniche aclara que «la médula ósea de cada paciente es distinta en cuanto a número de células. Por eso, tenemos que estudiar y ver la dosis más adecuada de tratamiento en cada paciente».
Los resultados obtenidos hasta el momento, los ha presentado el especialista en el European Stroke Organization Conference. Como los ensayos clínicos deben recogerse en un registro y los datos son públicos, muchos pacientes y familiares de personas que han sufrido un ictus de diferentes partes del mundo se han puesto en contacto con el grupo de Francisco Moniche para entrar en el estudio. Ante esta situación, el neurólogo no se cansa de repetir que «hay que ser muy cautos a la hora de hablar de resultados. Está valorándose y es una esperanza de futuro».
Por eso, todavía no se puede utilizar en todos los pacientes que han tenido un ictus. Aunque este procedimiento tiene una baza a su favor: es muy similar al trasplante de médula ósea que se utiliza en otras enfermedades, como algunos cánceres hematológicos, por lo que una vez que se demuestre que es útil en ictus, se podría hacer en muchos hospitales que ya hacen autotrasplante de células de médula ósea en pacientes que tienen leucemia.
Aún falta pasar una serie de controles de las autoridades sanitarias y monitorizar a muchos pacientes, pero los primeros resultados del trasplante se empiezan a ver a las 24 horas de la infusión de las células, que es cuando se evalúa por primera vez al paciente que ha recibido sus propias células madre. Luego se vuelve a ver qué ha ocurrido a la semana y a los seis meses. Por ahora, entre el 20% y el 30% de los pacientes son ya independientes.
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Fuente: http://www.elmundo.es/salud/2016/08/14/579e3e03e2704ee24a8b4636.html