Entre todas las piedras de construcción que encuentran Alena y mamá en el camino que separan la casa de la parada de camión, Alena escogió una de ellas para bautizarla como Tony.
Tony es grande, y parece estar siempre parado, ahí…..esperando.
Es tradición de Alena arrancar un par de florecitas de la casa del vecino y llevárselas a Tony cada vez que irán al hospital a que Alena reciba su tratamiento mensual.
Mientras caminan, Yesil le da la mano a su pequeña y Alena lleva las flores en la otra mano.
Un metros antes de alcanzar a Tony, Alena suelta la mano de mamá y se mueve lo más rápido posible hasta alcanzar la piedra:
– ¡Hola Tony, te traje las flores que te gustan!
– ¡Dracias! …. Tienen color, naranja, rosa y blanco – clasifica perfectamente Tony.
Cuando Yesil alcanza a Alena, recuerda la pregunta que la niña le hizo hace un par de semanas acerca de la edad de Tony:
– ¿Por qué no le preguntas de una vez a Tony, cuántos años tiene?
Alena abre sus grandes ojos como de costumbre y rápidamente cuestiona a la piedra:
– ¿Cuántos años tienes, Tony?
– Era hace 100 millones de años cuando un hombre de tres metros de grande. Después de 100 millones de años, el hombre no quiso que me fuera y a las 10 de la mañana se cansó y se fue. – contesta claramente Tony.
El camión ha llegado. Yesil abraza y levanta rápidamente a Alena. Una vez arriba, la pequeña repite literalmente lo que dijo Tony. Yesil aprovecha el momento para platicarle algo a la niña:
– Las piedras muy antiguas tienen algo que se llama mana. Es una fuerza misteriosa y mística que le otorga un poder extraordinario y que le ha dado el Absoluto. Y las personas que saben escucharlas aprenden de esa fuerza. Esa fuerza les da equilibrio en su vida.
– ¿Qué es kilibro? – pregunta Alena
– El equilibrio es la situación en la que se encuentra una persona o una cosa, cuando a pesar de que pase mucho tiempo, o que tenga muchos problemas, o que sienta que se cae, esta siempre logra mantenerse en pie, sin caerse – explica Yesil.
– ¡Ah, como Tony, que es de 100 millones de años! – se da cuenta Alena.
Mientras ambas van platicando, el trayecto al hospital se ha hecho muy corto. Una vez que llegan, Alena entra más tranquila que de costumbre. El procedimiento de su tratamiento se desarrolla como de costumbre. Varias horas más tarde, cuando vienen de regreso a casa, a pesar del cansancio que Alena siempre siente, esta vez le pide a mamá que si pueden hacer una segunda vista a Tony.
– Claro, vamos a verlo otra vez. – dice Yesil comprensivamente.
Una vez ahí, Alena mira a Tony con mucha ternura. Lentamente se acerca a él, con mucha dulzura le da un beso y le dice:
– Aunque te cansas no te caes, Tony. Siempre estás parado. Eres muy fuerte./p>
– Alena, ¿quieres hacer algo divertido? – pregunta Yesil en un tono travieso.
– Sí – contesta Alena rápidamente.
Mamá la toma en brazos y la levanta cuidadosamente. La coloca sobre Tony y le pide a Alena que intente sostenerse sola sobre la piedra sin caerse:
– Si te caes, yo estoy aquí para sostenerte.
Alena hace su mejor esfuerzo, abre sus brazos para mejorar su equilibrio con mucho miedo y después de muchos intentos, por un breve instante se mantiene quieta. En cuanto Alena se cae, mamá la abraza sin permitir que caiga al suelo.
– ¡Lo lograste! Aunque sea poquito tiempo. Con la práctica, lo vas a lograr cada vez mejor. Sé que es muy difícil. Sé que haces un gran esfuerzo. Me siento muy orgullosa de tí Alena. – le dice Yesil a su nena.