Hoy Alena ha salido muy entusiasmada del colegio porque tiene una invitación a una fiesta infantil. En cuanto ve a su madre en el portón escolar, se la muestra y le aclara que es importante llevar un regalo para la invitada:
– Es la fiesta de mi amiga Eli, y quiero darle un corcolilo.
– ¿Quieres regalarle un cocodrilo a Eli? – pregunta Yesil un poco extrañada – ¿Le gustan los cocodrilos a ella?
– No, pero a mí sí me gustan y puede dármelo si no lo quiere.
– Alena, tenemos que pensar en un regalo que le guste a ella, no a ti – insiste su madre a pesar de los pucheros que la niña hace.
Esa misma tarde, Alena y su madre pasan a comprar unos lindos moños para la larga cabellera de Eli. Yesil los envuelve en una modesta y linda bolsa de regalo.
Llega el día de la fiesta y Alena se siente eufórica. No para de hablar en todo el camino hasta llegar al salón de fiestas. Una vez ahí, Yesil se distrae hablando con otras madres mientras Alena corre a llevar el regalo de Eli y dárselo personalmente. Dada la cantidad de invitados que quieren hablar con la festejada, Eli se distrae por un momento y Alena se encuentra repentinamente con otras niñas que le son desconocidas. Una de ellas le pregunta inmediatamente de manera agresiva:
– ¿Tú eres Alena?
– Sí – contesta la pequeña, con una gran sonrisa.
– Mi mamá me dijo que estás enferma y no queremos jugar contigo. Tú no vas a jugar en esta fiesta porque estás panzona y tienes las piernas chuecas.
Alena se queda de una pieza; no sabe qué contestar. Siente ganas de llorar y decide irse a un lado de su madre. La fiesta parece ya no tener el mismo sentido.
Yesil está sumamente entretenida conversando con otras madres. En cuanto Alena llega a su lado intuye su tristeza y le pregunta qué pasa:
– Alena, ¿no quieres ir a jugar y hacer nuevas amiguitos?
– No, quiero quedarme aquí contigo… – dice Alena a su madre a punto de llorar.
Yesil, insistiendo, la alienta a divertirse… – ¿No quieres subirte al avión tan lindo que está allá?
-No, ya no quiero ser pilota, quiero ser astronauta. Voy a llevar a esas niñas de allá en mi nave espacial, y cuando lleguemos al espacio, las voy a sacar de la nave y les voy a quitar el casco para que se asfixien… – dice Alena con mucho coraje empuñando sus manitas.
Yesil comprende de inmediato que Alena ha sido víctima de bullying, como en otras ocasiones. Toma de su bolsa un pequeño y lindo paquetito, lo abre cuidadosamente y saca de ahí un poco de polvo cósmico. Lo esparce cuidadosamente sobre Alena y le dice:
– Alena, ahora eres un fantasma. Todas las flechas de palabras feas que te digan no pueden tocarte. Los fantasmas no pueden ser heridos por flechas. No tienes que irte, puedes ir a jugar tranquilamente a dónde tu quieras y simplemente sonríe cuando las flechas quieran atravesarte. Esas flechas hacen cosquillas. Busca jugar con otros fantasmas. Debe haber muchos en esta fiesta.
– ¿Y los niños me van a poder ver? – pregunta Alena algo confundida.
– ¡Claro! Todos los niños buenos podrán verte. Yo puedo verte aunque seas fantasma.
Alena siente como poco a poco su cuerpo se hace transparente y empieza a flotar. Tiene que empezar a brazear para flotar en el aire y mantener el control. Eli se acerca a ella también flotando y le dice:
– ¿Tú también puedes flotar? ¡Qué chido! Vamos a jugar en la resbaladilla.
– Si, Eli, vamos a jugar – grita Alena seguida de una gran carcajada.17