La leucodistrofia metacromática es una enfermedad hereditaria y neurodegenerativa que afecta a la sustancia blanca del sistema nervioso y se produce por una deficiencia enzimática. Este trastorno provoca graves efectos a nivel neurocognitivo y en las funciones motoras.
En este artículo te explicamos en qué consiste esta enfermedad y cuáles son sus principales características, sus variantes, las causas que la provocan, sus síntomas y el tratamiento indicado.
Leucodistrofia metacromática: definición y características
La leucodistrofia metacromática es un trastorno hereditario poco frecuente, perteneciente al grupo de las enfermedades por depósito lisosomal, que se caracteriza por la acumulación de sulfátidos en las células, especialmente en el sistema nervioso. Dicha acumulación provoca la destrucción progresiva de la sustancia blanca del cerebro, formada por fibras nerviosas recubiertas de mielina.
La mielina es una sustancia que recubre los axones de las células nerviosas y su función es aumentar la velocidad de transmisión de los impulsos nerviosos. Su deterioro o destrucción provoca efectos devastadores sobre las funciones cognitivas y las habilidades motoras del paciente.
La característica principal de las leucodistrofias que pertenecen al grupo de las enfermedades lisosomales, como es el caso de la leucodistrofia metacromática, es el funcionamiento incorrecto de las enzimas del lisosoma, una estructura celular que contiene numerosas enzimas y cuya función es degradar y reciclar el material intracelular (de origen externo e interno), en un proceso conocido como digestión celular.
Esta enfermedad puede tener su inicio en la infancia, la adolescencia o la edad adulta, y se transmite de forma hereditaria con un patrón autosómico recesivo; es decir, la persona tiene que heredar dos copias de la mutación genética (una de cada padre) para padecer la enfermedad. La incidencia de la leucodistrofia metacromática en el nacimiento se estima en 1 caso por cada 45.000 niños, y representa alrededor del 20% del total de leucodistrofias.
Causas
Las causas que provocan la leucodistrofia metacromática son de tipo genético; en concreto, diversas mutaciones en los genes ARSA y PSAP parecen ser las responsables de que se produzca una deficiencia de la enzima arilsulfatasa A (ARSA), que es la que se encarga de descomponer los sulfátidos y otras grasas.
En raras ocasiones, una deficiencia de la proteína activadora saposina B (Sap B), que ayuda a la enzima ARSA a descomponer esas grasas, también podría ser otra de las posibles causas de la enfermedad. La acumulación de sulfátidos en las células se debería a un mal funcionamiento del trabajo en común que realizan ARSA y Sap B a la hora de degradar estos compuestos grasos.
Tipos (y síntomas de cada uno de ellos)
Existen tres tipos de leucodistrofia metacromática, que se clasifican en función de la edad de aparición de la enfermedad, cada uno de ellos con sus síntomas distintivos. Veamos cuáles son:
1. Forma infantil tardía
Esta forma de leucodistrofia metacromática es la más común y representa en torno al 50-60% de los casos. Suele originarse en los primeros dos años de vida y los niños, tras un periodo de relativa normalidad, van perdiendo las habilidades adquiridas y padecen problemas de movilidad (movimientos anormales o erráticos) y debilidad muscular (problemas al andar o arrastrarse).
Estos niños son, a menudo, diagnosticados con parálisis cerebral debido a las alteraciones en la movilidad. A medida que la enfermedad progresa, el tono muscular disminuye hasta llegar a un estado de rigidez absoluta, los problemas en el habla cada vez son más evidentes y aparecen dificultades en las habilidades motoras finas.
Finalmente, el niño pierde su capacidad para pensar, comprender e interactuar con las demás personas. La tasa de mortalidad es alta y los niños no suelen sobrevivir después de la infancia.
2. Forma juvenil
Esta forma de leucodistrofia metacromática es la segunda más común (en torno al 20-30% de los casos). Suele comenzar entre los 2 o 3 años y la adolescencia. Los primeros síntomas de la enfermedad tienen que ver con problemas en las habilidades motoras finas y la concentración. También pueden darse alteraciones comportamentales durante el curso académico.
Estos niños también pueden tener dificultades para interactuar con sus compañeros y, en ocasiones, se sospecha de un posible diagnóstico de esquizofrenia o depresión. En las primeras etapas, apenas pueden moverse, coordinarse, caminar o desarrollar el habla correctamente.
A medida que los síntomas avanzan, aparecen otros signos neurológicos como flexión involuntaria, temblores, rigidez muscular con una eventual pérdida de la marcha. La progresión de la enfermedad es más lenta que la que se produce en la variante infantil tardía y los niños afectados pueden sobrevivir durante unos 20 años tras el diagnóstico.
3. Forma adulta
La forma adulta es la variante menos común de leucodistrofia metacromática (15-20% de casos). Los primeros síntomas aparecen durante la adolescencia o más tarde y se reflejan en un bajo rendimiento escolar o laboral, con una disminución progresiva de las facultades cognitivas y problemas de comportamiento. La persona afectada también puede sufrir síntomas psiquiátricos como delirios o alucinaciones.
Además, los pacientes presentan torpeza motora y pueden volverse incontinentes. También se produce una parálisis de los brazos y las piernas, que se desarrolla de forma progresiva. En ocasiones, también se pueden dar convulsiones. En las etapas finales de la enfermedad, los individuos afectados pueden alcanzar un estado vegetativo.
Con todo, si se padece esta variante se puede sobrevivir durante 20 o 30 años después del diagnóstico. Durante este tiempo pueden darse algunos períodos de relativa estabilidad, frente a otros periodos de mayor inestabilidad.
Tratamiento
Aunque todavía no existe una cura definitiva para la leucodistrofia metacromática, los tratamientos habituales para esta enfermedad incluyen:
1. Tratamiento sintomático y de soporte
Se basa en los fármacos antiepilépticos, relajantes musculares, terapia física para la mejora de la función muscular y la movilidad, estimulación cognitiva y apoyo a familiares para anticipar futuras decisiones sobre la adquisición de ayudas técnicas (andadores, sillas de ruedas, tubos de alimentación, etc.).
2. Trasplante de células madre hematopoyéticas o médula ósea
Aquí se hace uso de células madre saludables que se obtienen de la sangre o la médula ósea de una persona donante y se inyectan en el paciente. Este procedimiento no está recomendado en la variante infantil tardía, pero puede ser potencialmente beneficioso en pacientes con la forma juvenil y adulta, sobre todo en las primeras etapas de la enfermedad.
3. Terapia de reemplazo enzimático
Aunque esta terapia todavía está en investigación y se están realizando ensayos clínicos, los estudios en animales sugieren que podría reducir la acumulación de sulfátidos y conducir a una mejora funcional del paciente.
4. Terapia genética
Consiste en reemplazar los genes defectuosos por copias sanas puede ser un tratamiento en el futuro y se está trabajando e investigando para ello.
5. Inyección de vectores virales adeno-asociados
Este método consiste en inyectar en el cerebro un virus genéticamente modificado que contiene una copia normal del gen ARSA, de modo que pueda “infectar” a las células e incorporar el gen dentro de ellas. Así, teóricamente, se restaurarían los niveles enzimáticos. En modelos animales ha tenido éxito y se están realizando ensayos clínicos en varios países.