La toxoplasmosis es una infección ocasionada por el parásito Toxoplasma gondii, que afecta a una de cada tres personas a nivel mundial. De desarrollar sintomatología grave, esta enfermedad puede afectar el sistema nervioso y comprometer la vida, sobre todo de los individuos con inmunodeficiencia y los neonatos.
En México, de los dos millones de niños nacidos al año, 40 mil nacen infectados por Toxoplasma gondii. Y, aunque 80 por ciento de los casos suele ser asintomático, si el cuadro clínico llega a desarrollarse, las afecciones al recién nacido pueden desencadenar meningitis, hidrocefalia y afecciones oculares. También existe la posibilidad de que el parásito dañe tanto la placenta que el feto muera de inanición, detalla la doctora María Dolores Correa Beltrán, jefa del Laboratorio de Inmunología Experimental del Instituto Nacional de Pediatría (INP).
Durante la Reunión General «Ciencia y Humanismo II», organizada por la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), la experta en toxoplasmosis congénita y miembro nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (
SNI), explicó que debido a una gran cantidad de factores los humanos estamos condenados a vivir con toxoplasmosis, pues además de su amplia distribución, el parásito tiene mecanismos de enquistamiento que le permiten mantenerse en el cuerpo y reactivar la enfermedad después de años de latencia.
Durante su conferencia, Dolores Correa habló sobre la epidemiología de esta enfermedad y las investigaciones que se realizan en el INP para explicar las causas inmunológicas que llevan a que algunos neonatos desarrollen consecuencias graves por la infección, mientras que otros se mantienen asintomático
Un parásito universal
Comúnmente asociada a los gatos, la transmisión de toxoplasmosis no es consecuencia exclusiva del contacto con felinos, la enfermedad puede contagiarse por contacto con las heces o la ingesta de carne de cualquier animal de sangre caliente (homeotermo) que se encuentre infectado con el parásito. Por ello esta enfermedad tiene una distribución mundial.
Además de estas vías de infección, existe la transmisión madre-hijo, que ocasiona una toxoplasmosis congénita. Este tipo de contagio no solo se da en los humanos, sino en todas las especies terrestres o marinas, domésticas o silvestres, que porten el parásito.
Los seres humanos pueden infectarse debido al contacto con heces de animal que contengan el parásito enquistado. Pero la principal causa de infección se le atribuye a la ingesta de carne cruda o mal cocida y al consumo de agua infectada con quistes, según el
artículo de Hernández Cortázar y colaboradores, “Toxoplasmosis en México: situación epidemiológica en humanos y animales”, publicado en la Revista del Instituto de Medicina Tropical São Paulo.
En este mismo artículo se puede observar que en el país existe una prevalencia del parásito en diferentes poblaciones humanas, encontrando datos mayores a 44 por ciento en mujeres con abortos. Pero además, se tienen datos de la presencia de animales infectados en todo el país, desde perros y gatos domésticos, con prevalencias de más de 40 por ciento para los cánidos y 20 por ciento para los felinos, hasta ocelotes, ardillas, borregos y delfines, estos últimos con más de 80 por ciento de positivos a pruebas inmunológicas.
Dolores Correa opina que este problema no debe ser tomado a la ligera, y recuerda el caso de una población de Surinam, en donde una epidemia de toxoplasmosis infectó a 100 por ciento de la población, matando a la mayoría de los niños y adultos mayores.
Epidemiología de la toxoplasmosis
Diversos estudios sugieren que, en México, la toxoplasmosis es una enfermedad endémica, sobre todo en las regiones tropicales. En 2006, la prevalencia nacional en humanos ascendía a 44 por ciento, con el segundo lugar mundial de toxoplasmosis congénita, comenta Dolores Correa.
“Noventa por ciento de las personas con toxoplasmosis son asintomáticas, pero este es un hecho entre comillas, pues desde hace dos décadas se ha visto que Toxoplasma afecta el comportamiento de algunos animales, se ha visto asociado con el desarrollo de problemas psiquiátricos, cardiacos, hepáticos y problemas tiroideos. Las asociaciones aún no son contundentes, pero este parásito puede reproducirse en cualquier célula nucleada, por lo que en principio podría afectar cualquier función”.
Existen diferentes factores que influyen en que un neonato presente alteraciones debidas a esta enfermedad. Entre ellas se encuentran el periodo de infección, la virulencia del parásito que invade, la genética y la respuesta inmune de la madre y el infante, detalla la investigadora.
Lo que se ha observado es que si una mujer se infecta en el primer trimestre de embarazo, los fetos se abortan o nacen con problemas severos; pero si el contagio se da al final del embarazo, el riesgo de presentar síntomas disminuye, explica Dolores Correa.
La experta hace hincapié en la necesidad de aplicar un programa de tamizaje a todos los recién nacidos en el país, lo que permitiría detectar los casos que en el momento son asintomáticos, pero que se ha descubierto podrían desarrollar afecciones neurológicas.
Inmunología y toxoplasmosis congénita
Toxoplasma gondii es un parásito intracelular obligado, es decir, la única manera que tiene de reproducirse es dentro de las células, utilizando su maquinaria de replicación.
Debido a ello, el sistema inmunológico del ser humano responde a la infección liberando distintas sustancias que permiten detectar y eliminar la célula dañada; entre estas sustancias se encuentran las opsoninas, las cuales marcan las células infectadas para que otra unidad del sistema inmune ayude a su destrucción.El problema aquí es que cuando la célula es destruida libera más parásitos que pueden seguir infectando el organismo, explica la especialista. Además de que estos procesos desencadenan una respuesta inflamatoria, el problema viene cuando esta respuesta no es controlada por el organismo. Una fuerte respuesta y una falta de regulación termina por ejemplo, en la pérdida de un ojo.
La solución ideal ante este tipo de parásito sería una respuesta inflamatoria tipo Th1, que incluya las antes mencionadas opsoninas, pero que pueda ser regulada por el propio organismo, pues en realidad las mayores afecciones a los fetos son debidas a una respuesta inmune exacerbada.
Respuesta inmune materna
Otra característica importante que se ha desvelado gracias a las investigaciones en el INP, es que la respuesta inmunológica de la madre puede afectar al feto incluso más que la carga de parásitos que infectan.
Se encontró, por ejemplo, que la presencia del anticuerpo IgG en la madre y de la interleucina IL-8 se asociaba al desarrollo de afecciones clínicas en el neonato.
“Esto era contrario a lo que esperábamos, pues debido a que este anticuerpo logra atravesar la barrera placentaria, la vellosidad crónica, hasta la sangre fetal, imaginábamos que podría protegerlo. Pero descubrimos que en vez de estar protegiendo al bebé estaba teniendo un efecto concentrador del parásito, o de facilitar su paso hacia la sangre fetal”.
El equipo de investigación decidió probar in vitro si este anticuerpo IgG tenía la capacidad de atraer y permitir que el parásito entrara a la célula, y observaron que los parásitos incubados y opsonizados por IgG entraban en mayor medida a las células. Ahora se disponen a estudiar a dónde se dirigen estos parásitos marcados con la inmunoglobulina y si se reproducen en mayor medida.
Dolores Correa no deja de enfatizar la importancia de medidas de salubridad que eviten el contagio del parásito, además de la necesidad de realizar el perfil TORCH a las mujeres embarazadas para detectar la presencia de toxoplasmosis.
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